A medias

Excepto a la hora de pagar, y no siempre, estar ‘a medias’ no suele ser buena cosa. Hablo de la vida en general, del temor de estar perdiéndose algo. Como soy de reacciones lentas, siempre me percato cuando la cosa lleva bastante tiempo instalándose, así a traición. Como un silencioso okupa que traslada poco a poco sus pertenencias y un buen día hallas acomodado en el sofá, un día sucede lo que juraste que a ti jamás te pasaría. Una nebulosa extraña lo invade todo, resta intensidad a la existencia, todo funciona como a medio gas.

No se salva ni lo que sabes fundamental. Es la impotencia porque los días son demasiado cortos, pero no sólo eso. Es también la impresión, la certeza casi, de vivir sólo en parte cada momento. Culpabilidad cuando Inés no me deja marchar y mi mente huye hacia el futuro inmediato; impotencia cuando el pensamiento añora después ese abrazo en medio de cualquier cosa. El deseo de exprimir los pocos momentos de paz y alegría que la vida regala, la imposibilidad de hacerlo al cien por cien, porque algo siempre apremia. Saber de sobra qué es lo importante y vivir de espaldas a ello.

Por si no estuviera claro, la vida envía mensajes de aviso. Una valla que el viento derriba a pocos centímetros y no te cae encima de milagro; un coche que invade el carril contrario y vuelve a su lugar en el último momento. A veces decide ser menos sutil, un acontecimiento brutal vuelve a advertirte de que cuando menos lo esperas, todo puede estrellarse. Con los años, el mensaje va calando, pero a pesar de todo creo que sigo dejándome lo mejor en el camino. Quizá no sé vivir de otro modo; seguramente un día me arrepienta.a medias

Estar de vuelta

En mi burbuja de realidades paralelas he olvidado la evidencia de que la historia sigue y de que allá fuera humanos de todos los colores colisionan e invaden las vidas de otros. Parece difícil, pero uno a veces es totalmente ajeno a la explosión de pasiones que acontece a unos pocos metros, al amor y el sexo en todas sus combinaciones, días de resaca y noches locas de verdad, no sólo de insomnio.

Hablando de todo esto con unos compañeros de los que me separan bastantes años, noto la agradable sensación de apertura al mundo, pero sobre todo me sorprende el sentimiento de estar escuchando relatos de historias ya vividas, eso que siempre se ha definido como ‘estar de vuelta’. 

Por diferentes razones, casi nunca me he sentido muy cómoda en mi momento vital. Prueba de ello es que ‘de vuelta de todo’ y aquellos que parecían estarlo me parecían lo más atrayente cuando tantos charcos me quedaban por pisar. Tras bastante tiempo a resguardo de tormentas, llega el momento que deseé y como siempre me pilla con el pie cambiado.

Hablo poco después con alguien a quien quiero mucho y veo poco. Llega con un amor nuevo, dudas, esperanzas y primeras veces que no lo son tanto, pero sí. Vuelve a sorprenderme mi ceguera ante la verdad engañosa de la vida, el temblor que habías olvidado y de repente borra todo lo anterior para hacer cada día único y emocionante. Puedes tener quince años o setenta; si eres capaz de liberarte de los miedos, puede ser tan intenso como la primera vez. Decido que si esto acaba en boda no me la pierdo aunque haya que cruzar el océano, y que por suerte lo único que está de vuelta, aunque no pare de llover, es la primavera.almendros en flor

Papá

Como quien no quiere la cosa, el padre de Inés comenta que al leer las cosillas que escribo parece como si él no existiera. Entre sus defectos no figura el afán de notoriedad, así que me da por pensar si no le estaré hurtando, en este espacio y en la vida, el protagonismo que por un lado le exijo y por otro parezco poco dispuesta a cederle.

A veces le observo cuando está con Inés, un poco a escondidas, y no deja de fascinarme el amor inmenso que veo en sus ojos. Aunque son muy diferentes, recuerdo entonces a mi padre y retrocedo cuatro décadas, cuando llegaba a casa y me abrazaba, oliendo a serrín y con el lápiz mordido todavía en la oreja.

Los abuelos, esos hombres que hasta ayer fueron sólo nuestros padres, miran también a través de esos ojos llenos de cariño y desconcierto, con sus aciertos y errores. Son la figura con la que mantuvimos desencuentros, conflictos incluso, y un día por fin nos reconciliamos, para quedarnos sólo con todo lo bueno que nos dejaron. En nuestro caso son hijos de otra época, en la que el hambre, la represión y los problemas eran de verdad. Eran tan fuertes que nada podría con ellos, nunca pensamos en las leyes inexorables del tiempo. Son esos hombres que, cerrado el círculo, y más con el corazón que con la cabeza, un día entienden que es el momento de ir replegando velas y contemplar serenamente el paisaje hasta llegar a puerto.inés y toño

Hoy más que nunca, te quiero, papá.

(Des)orden natural

Limpiar y ordenar la casa es mi mejor sedante contra todo tipo de neuras. Eso, y unas cuantas cervezas en buena compañía. Sé que existen remedios más espirituales, sofisticados e incluso elegantes, pero esto es lo que funciona con los que, como yo, nos regimos por la parte más instintiva; los que tenemos el corazón en las tripas, dicho de otro modo.juguetes en la nevera

Las cervezas son hoy por hoy casi excepcionales, por muchas causas entre las que figuran Inés y otros personajes de su tamaño. Si hablamos de organización, aquí sí que el pequeño ser que  llegó a mi casa hace año y medio tiene mucho que decir. Suya es la ‘culpa’ de que el otrora orden cotidiano se haya convertido en deseo imposible. Abortadas las dos vías de escape, siento por momentos mi cabeza fuera de control, y es entonces cuando los objetos adquieren vida propia y tienden a desaparecer. En poco tiempo he sufrido la irreparable pérdida de un patito de goma, un gorro, el mando a distancia y dos juegos de llaves, uno de ellos ajeno. Bastante avergonzada, me disculpé el otro día ante su propietaria, que me tranquilizó confesándome que ella misma extravió en la misma semana el móvil, la bici y una cámara de fotos.

Mientras tanto, Inés reordena todo lo que cae en sus manos con tanta energía como falta de lógica. Consecuencia de ello son zapatos en la lavadora, pan en los cajones, muñecos en la nevera y… ¡por fin!, el mando a distancia en el armario del baño. Intento por enésima vez concienciarme de que el desorden natural es uno de los cambios que debo asumir. Supongo que existe un lugar en el que descansan felices los pequeños objetos que un día huyeron de manos nerviosas y estresadas. Una especie de limbo donde duermen también los deseos callados, las cervezas que no tomamos y los calcetines que desaparecen en la lavadora.

Debilidades

A veces tengo la extraña sensación de estar perdiendo pie. Creo que es más fácil de entender que de explicar. Son esos días, esas noches, en los que los cimientos de tu vida parecen disolverse, como agitados por un seísmo suave pero implacable, o devorados por silenciosas termitas. Cuando en un momento de descuido se hace fuerte la sensación de abandono, de ausencia de todo y de todos.

Son esos días de salir a la calle con miedo, consciente del ‘yo’ más vulnerable. De nuevo la indefensión del que ha perdido la coraza, el temor a cualquier mal gesto, a una mala palabra. Hasta las heridas más leves sangran cuando es tan fina la piel.moreneta

En esos momentos me agarro en su versión más simple al tópico romántico de los paraísos perdidos. Me evado con felicidades irreales, de recuerdo confuso y selectivo, busco otras calles, en el sentido más literal. El otro día llevé a Inés por lugares en los que existí cuando ella sólo era un deseo. La que fue mi casa, la hermosa plaza que sentí tan mía al cruzarla mil veces en soledad a horas intempestivas, los suelos empedrados, el pequeño restaurante al que nunca fui. En mi torpe lenguaje adulto le expliqué que a veces los mayores también jugamos a imaginar que las cosas son diferentes cuando la realidad nos viene grande, que por más tiempo que pase uno nunca se hace lo bastante fuerte, que aunque tengas a alguien a quien proteger, tú mismo eres a veces el más desvalido. Creo que su mente infantil, bastante más lúcida que la mía, entendió que la debilidad no es necesariamente frágil, que el amor llega más lejos que la fuerza y la imaginación es un cálido refugio mientras amainan las tormentas interiores.