Planes

Existen dos tipos de personas: los que ajustan su vida a un plan fijado de antemano y los que decidieron no hacerlo, se olvidaron o en su momento andaban demasiado ocupados con otras historias. También están los que creían tenerlo todo atado y un día les cambió el rumbo sin previo aviso, y es que la vida tiene sus caprichos y la mala costumbre de meterse donde no la llaman.

Para un negado en la planificación, resulta fascinante la claridad con la que otras personas encarrilan desde muy pronto su camino: qué estudiar, en qué trabajar, dónde y cómo vivir, y sobre todo con quién. Pero la duda siempre aparecerá en algún instante, y está asegurada cuando a nuestro proyecto se suman pequeños individuos que casi nunca son como imaginábamos. Es entonces cuando las estructuras se rompen y no queda otra que moverse en las arenas movedizas de la improvisación.

Cada etapa de la crianza encierra preguntas que en su momento resultan trascendentales. Cuando el niño cumple dos años, aparece en el horizonte el momento de ir al colegio, un camino que muchos padres tienen claro. Otros no, y a falta de certezas, existe un alto riesgo de dejarse llevar por la inercia, lo establecido, lo que tantos, incluido uno mismo, dan por supuesto.planes

Cuando la infancia sólo era para mí un recuerdo borroso, jamás cuestioné que el destino lógico de un niño de tres años fuera el colegio. Conocedora hoy de las intensas jornadas con niños en el parque, empiezo a entender al profesor que un día nos dijo que el logro más importante de la escuela es conseguir que los niños permanezcan sentados cinco horas sin moverse. En sus palabras había una gran dosis de cinismo, pero también mucha realidad. La escolarización es una de las decisiones más importantes que tomamos por nuestros hijos, buen momento para pensar seriamente qué queremos para ellos y abrirnos a nuevas posibilidades. Junto al camino habitual pueden existir otras vías, para nada descabelladas, quién sabe si mejores.

No

El mundo del ‘no’ y sus satélites merecen un capítulo aparte, o dos, dependiendo de lo profundo que estemos dispuestos a excavar. Tan breve y sencilla como difícil de pronunciar, muchos tenemos todavía atascada una palabra maldita que empleamos menos de lo que querríamos. Quizá porque es como el amor y la verdad, tan potentes que pierden su ser cuando se dicen a medias o con atenuantes.no

No sirve de mucho lamentar lo que no tiene remedio: las veces que era ‘no’ y accedimos, las que dimos nuestro brazo a torcer tras negarnos, las que simplemente callamos y lo dejamos correr. Los que sufrimos de masoquismo retrospectivo registramos cada negativa frustrada como una derrota, una oportunidad perdida para mejorar nuestro pequeño mundo, un error de consecuencias tan imprevisibles como merecidas.

Con un hijo, la palabra ‘no’ adquiere una nueva dimensión y pasa de ser casi tabú a un recurso necesario que hay que administrar con precaución. Existe el riesgo de obtener justo el efecto contrario al deseado; así lo viví al menos durante mi etapa de hija. Con la audacia del principiante, me he marcado unos principios que de entrada reconozco casi irrealizables. El ‘no en positivo’ significa que todo es posible en principio, excepto si entraña peligro, responde sólo a un capricho o molesta a los demás. La negativa debe responder siempre a razones objetivas, que intento explicarle con amor y una paciencia de la que carezco.

Ajena a mis cautelas, Inés ha encontrado su nueva palabra favorita, que suena con inesperada contundencia en su voz infantil. La fuerza de sus negativas me preocupa o fascina según el momento. Curada de euforias juveniles, había olvidado que ‘no a todo’ es en algunas etapas toda una declaración de principios, el mejor modo de demostrar que estamos vivos y hemos venido al mundo para dejar nuestra huella.

Boira

Hablábamos el otro día de la señal (evidencias físicas aparte) que un día te confirma sin dudas que te has hecho mayor. Para mí fue seguramente la primera vez que pensé que los inviernos de ahora no son como los de antes, cuando la niebla llegaba en noviembre y resistía hasta febrero. La boira, preciosa palabra con la que mi abuela torcía el gesto al hablar de los inviernos grises de nuestro pueblo del llano.20150731_090345

Y no lo digo yo; la niebla amanece ahora sólo a ratos y a días. Los inviernos no son lo que eran, si hablamos de lo climatológico. Otro cantar es la vida, que de repente castiga con gélidos zarpazos como la enfermedad, doblemente ruin cuando afecta a alguien que apenas empieza a vivir. Una bruma densa amenaza con destruirlo todo y hace cierto eso de que las desgracias nunca llegan solas.

Es cuando muchas veces emerge con fuerza el deseo de vivir y disfrutar. Del poco tiempo libre al final de la jornada, los días de fiesta, los amores nuevos, las amigas de siempre. Con ellas saben a gloria las cervezas y las risas, las batallas de hace veinte años recordadas sin palabras, las ocurrencias sobre la vejez y las peripecias de los hijos. Cuando el aquí y ahora es el único asidero en medio de la niebla y no desperdiciar las pequeñas oportunidades de cada día la única verdad.

El ejemplo de entereza de alguien a quien aprecio y admiro me hace pensar que quizá sea ésta la señal definitiva de que el tiempo no pasa en vano: crecerse cuando la vida muestra su rostro más cruel y seguir sonriendo pese a la adversidad. Aferrarse a los pequeños momentos felices con amores nuevos y amigas de siempre, brindar por la salud y la vida para disipar los malos augurios y hacer escampar la boira que hoy parece flotar en el aire.

La tribu

El camino de la crianza se recorre muchas veces en soledad. Dicen que el concepto de familia es cada vez más restrictivo y vivimos en creciente aislamiento. Los hijos llegan a cuentagotas y a veces tarde, cuando los abuelos están más para recibir cuidados que para ofrecerlos y los críos de los amigos ya corren solos o incluso volaron. Inés hizo cierto eso de que llegan con un pan bajo el brazo, lo que en su caso no tuvo que ver con el dinero, sino con los afectos. Gracias a ella y a niños que nacieron poco antes o después conocí a sus madres, mujeres estupendas con las que de otro modo no habría cruzado palabra. Hoy somos una pequeña tribu creada casi sin pensar, una de esas cosas buenas de la vida que llegan sin saber que las buscabas, ‘sin querer queriendo’.

Existen diferentes formas de criar. Voy descubriendo la mía en un mar de preguntas, dudas y errores con la única certeza de que quiero hacerlo bien y lucharé cada día por ello. Como en tantas cosas, la compañía hace la ruta más placentera en los buenos momentos y llevadera en los malos, que los hay y los habrá. La noción de ‘tribu’, que en otro tiempo vi tan ajena, toma sentido en las mañanas en el parque, en los encuentros del grupo de crianza, en planes llenos de ilusiones y descubrimientos. También en momentos de incertidumbre, ante emociones que nos desbordan, miedos y frustraciones que aprietan menos cuando se saben comunes.tribus

Mujeres con las que no sentirse rara por seguir durmiendo con tu hijo y dándole el pecho pasados los dos años, con las que celebrar cada paso adelante y repartir cariño mezclado con canciones e historias. La prole crece y el concepto de familia adquiere un nuevo significado: el maravilloso descubrimiento de que nuestros hijos son ya un poco de todas.